Y mientras ordenaba y seleccionaba las fotos de nuestro último viaje, del cual puedes ver más aquí, me di cuenta que las fotos de este día eran muy rojas, más que las de ningún otro día. 

Nosotros, que inconscientemente nos habíamos vestido de rojo los dos, para ir a visitar el puente más rojo del mundo: El golden gate. Y aunque quizás el look poco pueda aportar, porque la verdad que es un look más que sencillo y clásico: Nuestra sudadera Besos rojos por doquier , unos jeggins de Hollister, mis Converse de novia y mis clásicas gafas cat eye de Ralph Lauren; quería escribir este post. 

Porque de sobras sabes que el "Mi Vida en Rojo" que da título a este blog no es algo casual, es una frase literal; porque creo firmemente que el rojo es un estilo de vida y porque repartir Besos rojos por doquier ha traspado cualquier frontera que hubiese podido imaginar para convertirse en el proyecto más real de (mi) vida. Así que aquí tienes el sentido de este post, rendirle un pequeño homenaje a Mi Vida en Rojo desde un lugar tremendamente especial, junto a mi persona favorita (léase marido) y con guiño a uno de mis artistas favoritos. 

Señoras y señores, ¡esto es Mi Vida en Rojo!

Y tú, ¿tienes ya tu prenda besucona para este verano? 

Si la respuesta es No, date una vuelta por La Tienda de Mi Vida en Rojo.

Y sobre todo, ¡no dejes de seguirnos en las redes sociales para no perderte nada!

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Besos rojos por doquier,

INMA.

Be happy (and fashion) my friend.

Después de la aventura del día anterior por la Carretera del Pacífico (recuérdala aquí), amanecimos este día en Monterey. 

Justo al lado del Motel Casa Verde Inn (donde nos alojábamos y te recomendaba en el anterior post mencionado) había un Denny's, otra gran cadena de comida americana, que nos vino perfecto para desayunar antes de seguir con nuestra ruta. 

No podía dejar de sentirme muy Bonnie and Clyde, era todo demasiado de película americana, muy muy auténtico. Estaba disfrutando muchísimo, tanto que hasta me excedí con el desayuno sin remordimientos. Y yo no sabía que lo mejor todavía estaba por llegar.

Nos pusimos en ruta hacía Palo Alto. Es aquí donde si tienes interés puedes visitar el centro de visitantes de la NASA, pasamos por delante y fue un cúmulo de sensaciones alucinantes. Silicon Valley era la siguiente parada antes de llegar a San Francisco. 
Como guía y direcciones me encanta la de A nueva york.com (que puedes leer aquí en su blog) aunque tiene un pequeño error, la dirección del garaje de Steve Jobs es: 31824011 Los Altos, CA 94024.

Había muchos sitios como Facebook o Apple que no era posible acceder al interior del recinto (además lo visitábamos en domingo), y nuestra motivación no llegaba al punto de ir para ver el logo o el campus desde fuera, la verdad. Así que aquí fuimos, como coloquialmente se diría, a tiro hecho. 

Aparcamos en el centro de Palo Alto, donde, por fin, sí encontramos aparcamientos gratuitos y la primera parada fue buscar un bar en el que poder ver El Clásico. Efectivamente, ese día había partido en España, ni más ni menos que el Barça - Madrid. 






No me imaginaba para nada que Palo Alto tuviese tanta vida. Es una pequeña ciudad llena de teslas, cines, teatros, y muchísimos bares y restaurantes. Me encantó. 

Después de la primera parte nos dirigimos a la Universidad de Stanford. Que es preciosa. Y de allí a otra parada obligada si estás en la zona. Dirección Los Altos para ver el Garaje de Steve Jobs. 




Nuestra última parada antes de poner dirección a San Francisco fue mi favorita, ¡un lugar donde divertirte siendo una verdadera niña! La sede de Google. Es un verdadero parque de atracciones gratuito y un lugar perfecto para disfrutar de esas pequeñas cosas, de esa emoción que caracteriza a los niños. 

A ella le dedicamos un rato largo. Paseamos por el centro en sus bicicletas, nos reímos mucho en Android Land, hasta hicimos un picnic en una de sus zonas de recreo. Todo a tope de color y a tope de diversión. 

Después de comer, ahora sí, pusimos rumbo a San Francisco. 







San Francisco nos recibió con un mal tiempo que no esperábamos. Con viento y bastante frío. Tras dejar nuestras maletas en el hotel, nos alojamos en Union Square, en el Hotel Executive Vintage Court (te dejo 15€ de descuento para tu próximo alojamiento); Un hotel con una relación calidad precio bastante competitivo para el centro de la ciudad. Ten en cuenta que San Francisco es muy cara y tiene varias zonas no recomendables para alojarse, así que no arriesgamos, preferimos pagar más y estar cómodos en el centro.

Como te decía, tras dejar las maletas en el hotel, aparcamos el coche para las próximas 48 horas en el parking del mismo, nos cambiamos de ropa y salimos a patear. 

La primera toma de contacto fue obviamente Union Square y sus alrededores. La plaza central de la ciudad, con su vida y sus tiendas de lujo. 
Bajamos paseando hasta el embarcadero, atravesando todo su distrito financiero. Al echar la vista atrás y ver el contraste de sus impresionantes edificios con las casitas agrupadas a sus laterales, me empezó a alucinar. ¡Qué ciudad más bonita!

Le echamos ganas y llegamos hasta el famoso Pier 39 para visitar a los encantadores leones marinos.Lugar al que regresaríamos también al día siguiente.
Me gustó muchísimo el muelle. Quizás no tenía el encanto de los muelles más pequeños de Santa Mónica o Santa Bárbara, éste estaba más masificado, lleno de tiendas y restaurantes. Lleno de gente, pero sin embargo, continuabas sintiéndote en una verdadera película americana. 






A lo lejos Alcatraz y el Golden Gate. Pero eso sería ya para otro día. Volvimos andando al centro, pasamos por la plaza de Levi's donde además de estar la sede de unos de los vaqueros con más historia del mundo, hay un parque muy bonito y bastante peculiar.  
Visitamos Chinatown, uno de los barrios chinos más grandes de EE.UU, lugar que nos sorprendió muchísimo, realmente impresionante y recomendable perderte por él.

Y ya estábamos agotados así que nos quedaba cenar y dormir. Encontramos un japonés por la zona espectacular: Maru Sushi, muy muy recomendable, donde nos tomamos un ramen buenísimo con el que entrar en calor.